Cuando el Estado es quien te persigue se cuida hablando en voz baja, cuando nadie nos ve, se cuida conteniendo el llanto y abrazando fuerte, cuando se huye de quienes debían de protegernos, nos cuidamos sin saber de dónde sacamos las fuerzas, nos cuidamos a pesar del riesgo, nos cuidamos desde el amor, la solidaridad y la digna rabia, sobre las labores de cuidado en medio de esta dictadura criminal es que se trata este reportaje que invitamos a Nydia a escribir.
El 18 de abril de 2018 algo explotó en Nicaragua, una mezcla de inconformidad, hartazgo e indignación por los constantes atropellos de Daniel Ortega, que ya llevaba tres períodos consecutivos en el poder, y quien para esa fecha ya co-gobernaba con su esposa Rosario Murillo como vicepresidenta.
El detonante del estallido fue el malestar provocado por las reformas a la seguridad social, en un primer momento las protestas fueron encabezadas por adultos mayores jubilados, quienes sufrieron de inmediato agresiones físicas y verbales por la Juventud Sandinista y otras fuerzas de choque oficialistas.
Las manifestaciones se sostuvieron por largos meses con los estudiantes a la cabeza, a los que posteriormente se les sumaron otros sectores sociales como campesinos, madres de asesinados, sociedad civil e integrantes de diferentes organizaciones políticas y movimientos sociales. Daniel Ortega catalogó el estallido social como un “intento de golpe de estado” y respondió con recrudecida violencia, dejando una larga lista de personas asesinadas, encarceladas y de exiliadas.
Han pasado más de 5 años de este estallido social y el asedio, persecución, encarcelamientos y exilio no ha cesado, por lo que la misma población ha tenido que idear estrategias para cuidarse y acompañarse entre sí.
Según Braulio Abarca, defensor de derechos humanos del Colectivo Nicaragua Nunca Más, a partir de los crímenes de lesa humanidad cometidos por la dictadura en 2018, el trabajo de las y los defensores aumentó de manera exponencial, haciendo que el riesgo acrecentara, “recuerdo que estuve trabajando desde el Centro Nicaragüense de los Derechos Humanos -CENIDH-, hasta el día de su cierre, en la defensoría de las víctimas de diferentes métodos de torturas y violaciones a sus derechos, asumiendo el alto riesgo que corría porque lamentablemente en Nicaragua no existe una institucionalidad, ni separación de los poderes del Estado, todo se encuentra bajo el control de los dictadores Daniel Ortega y Rosario Murillo, así que resulta muy difícil, por no decir imposible tratar de cuidar y defender a las víctimas cuando estas bajo dictadura”.
Por otra parte, para Abarca defender derechos humanos y acompañar a víctimas, como son a las madres de las personas asesinadas, es una tarea muy dura y en tiempos de dictadura se debe asumir como un estilo de vida, porque se deja de hacer cosas de la vida cotidiana para dedicarse completamente a acompañar a quienes se encuentran afrontando la violencia estatal.
Uno vive con miedo, con terror de que en algún momento te vayan a detener o vayan a cometer alguna violación a tus derechos, que te vayan a perseguir o enjuiciar por el simple hecho de alzar tu voz en nombre de las personas que han sido silenciadas o las que se encuentran en situación de prisión política a quienes hemos acompañado todos estos años, por eso digo que es muy duro cuidar y defender derechos humanos en tiempos de dictadura, pero lo hacemos porque sabemos que es necesario y estamos del lado correcto de la historia.
Redes que salvan vidas
Auralila*, familiar de un excarcelado político, indica que el tiempo que su pareja estuvo excarcelado fue su propia familia que se organizó para llevarle alimentos a las celdas del “infiernillo” (nombre otorgado a las celdas de máxima seguridad del sistema penitenciario nacional Jorge Navarro en Tipitapa, Managua), a pesar de sentir miedo, de exponerse como familiar de un opositor y ser capturados ahí mismo. “Sus sobrinas y hermanas preparaban la comida y lo visitaban, incluso tuvieron que realizar un calendario para rotarse los días en que iba una y otra porque era económica y emocionalmente insostenible ir todas todos los días”, indicó.
Además, señala que fue muy importante contar con el apoyo moral de la organización política a la que pertenece su esposo y la gente de su pueblo, que tanto cariño le tienen, porque aunque no hubo apoyo económico como tal, tener a personas que se muestran interesados por la situación y que conectan con otras redes de apoyo es necesario para no sentirse solos en ese proceso.
***
Jennifer* y su esposo realizaban trabajo clandestino en Nicaragua, junto a la organización feminista a la que ella pertenece, cuando empezaron a experimentar asedio y persecución policial, lo que les obligó a cambiarse 4 veces de casa en un corto período de tiempo, hasta que giraron una orden de captura en su contra, teniendo que abandonar el país en a lo inmediato en el año 2022.
“Cuando giraron orden de captura en mi contra y llegaron a la casa aunque no nos encontraron supimos que era el momento de salir, solo agarramos una mochila y a mi bebé… Viéndome en esa necesidad pedí ayuda a mi red feminista de amigas, compañeras y defensoras que me ayudaron a moverme y con mi reubicación en Costa Rica”, agregó Jennifer.
A su vez, cuenta que su organización feminista había creado protocolos de seguridad ante casos de acoso sexual en diferentes áreas, pero nunca se imaginaron tener que crear planes para una salida de emergencia: “siempre nos hemos cuidado unas a otras, pero cuidar cuando esas mismas experiencias te trastocan el cuerpo es muy difícil y encima lidiar con la persecución, asedio y amenazas de una dictadura, que con tantos crímenes que ha cometido nos demuestra su poder y capacidades maquiavélicas, es extremadamente complicado”.
Por otro lado, comenta que exiliarse es difícil, más si cargas con la responsabilidad de una bebé, tomando en cuenta que la labor de la crianza requiere una red de apoyo, la cual se pierde al migrar. “Dormirte en Nicaragua sintiendo que estás bien y al día siguiente tener que dejarlo todo es una situación dramática que te desestabiliza en todos los sentidos, por eso desde que llegué busqué ayuda psicológica”, señala Jennifer.
Jennifer cuenta que en un primer momento recibió atención terapeútica de una organización establecida en Costa Rica, sin embargo, no recuerda con agrado esta experiencia porque sintió que hay organizaciones que brindan el apoyo solo para llenar cupos, “para ser honesta, yo estando aquí me siento peor, porque siento que solo soy una cuota”, expresó.
Después de vivir esa mala experiencia, hoy Jennifer reconoce con agradecimiento la labor del Colectivo Nunca Más y del colectivo feminista Las Malcriadas “a veces pienso que es porque soy una mujer feminista que no goza de tanto reconocimiento público es que no he recibido una terapia más sólida que me permita desconectarme con lo que pasó para conectarme con mi nueva realidad. Sin embargo, el Colectivo feminista “Las Malcriadas”, al cual pertenezco orgullosamente, ha sido clave porque entre las integrantes nos resolvemos situaciones, nos apoyamos, nos acuerpamos y recibimos el apoyo moral de otras feministas, lo que ha sido clave para sanar”, concluyó.
Organizándose desde el amor y la solidaridad
Don José* se organizó en 2018 en una iniciativa para acompañar a personas exiliadas, su labor ha sido ayudar, acompañar y cuidar a otras personas nicaragüenses que tuvieron que migrar de maneras inimaginables, y reconoce que recordar estas experiencias le remueve muchas emociones. “Yo soy parte de la diáspora nicaragüense que migró a Costa Rica con el conflicto entre sandinistas y contras en los años 80’s y sé en carne propia lo difícil que es migrar, así que cuando vimos tanta gente durmiendo en los parques fríos de San José vimos la urgencia de organizarnos para cuidar de nuestra gente que estaban pasando tantas necesidades y sin orientación alguna”.
Don José agrega que cuando él migró no tuvo redes de apoyo dado que las redes sociales no tenían el auge que tienen ahora y señala que nunca recibió terapia de ningún tipo, por lo tanto ahora escuchar las historias de las “Madres de Abril” le resulta muy doloroso y le ha removido heridas del pasado.
En su colectivo al inicio se organizaron para recoger ropa, colchones, frazadas, alimentos y medicamentos entre ellos con el fin de repartirlos a nicaragüenses que se encontraban en puntos estratégicos de San José, principalmente en el parque Central, parque La Merced, Plaza de la Democracia y afuera de las iglesias.
Sin embargo, rápidamente se dieron cuenta de que no daban abasto porque había demasiada gente y necesitaban organizarse mejor, por tal razón definieron una estructura para canalizar las ayudas. Una vez que estuvieron mejor organizados formularon proyectos y gracias a esto lograron armar un pequeño kit que incluía una colchoneta, una tarjeta de supermercado y cosas básicas de aseo personal para las personas que llegaban de manera masiva todos los días.
“Cuando las personas llegaban venían cargadas de mucho dolor y aparte de que debíamos escuchar sus historias trágicas muchas veces también tocaba lidiar con sus descargas de ira que no sabían a quién dirigirlas, recibíamos críticas y reclamos porque la ayuda que les ofrecíamos no les compensaba todo lo que habían sacrificado, pero nosotros estábamos haciendo lo que podíamos con amor, también con riesgo porque casi todos los miembros de la junta directiva tenemos familia en Nicaragua, por eso, desde un inicio hemos obviado nuestros nombres en entrevistas, por temor a que se desquiten con nuestros familiares allá”, añadió don José, consciente de que en Nicaragua la solidaridad es un delito. Ante esta situación también identificaron la necesidad de incluir atención psicológica dentro del apoyo que brindaban a las personas exiliadas.
Nosotros nunca nos imaginamos enfrentarnos a otra dictadura 40 años después, en la que los perpetradores fueran los mismos del pasado, y mucho menos tener que convertirnos en cuidadores de miles de compatriotas que lo habían perdido todo.
¿Quién cuida a las y los cuidadores?
En ese momento nos damos cuenta que como cuidadores nos abandonamos, nos dedicamos tanto a la misión que tenemos y a la vocación de servicio que nos dejamos de lado y nos dejamos de priorizar … Para poder cuidar al otro se necesita empezar por estar bien a nivel individual y eso no sucede.
Para Ruth Quiroz, psicóloga del Colectivo de Derechos Humanos Nicaragua Nunca Más hay una pregunta fundamental que todas las personas que trabajan en pro de la protección de los demás que deberían hacerse y es: “¿Quién cuida de los cuidadores?”
“Quisiera destacar que en muchas organizaciones con las que yo tengo conexión, en los últimos tiempos he visto como han priorizado el tema del autocuidado y han trascendido al trabajo grupal, porque el cuidado no es solo personal, sino también colectivo en los ambientes de trabajo y deberíamos saber establecer límites muy precisos a la hora de realizar nuestros trabajos como Defensores de Derechos Humanos, acompañantes o cuidadores de víctimas” señala Ruth.
De la misma manera menciona que antes de iniciar un rol de trabajo de cuidado o acompañamiento de otras personas primero se deben definir estrategias para cuidar la integridad y salud mental personal, aprender hacer pausas y pensar en diferentes dimensiones para poder cuidar del propio cuerpo, mente y espíritu; porque en este trabajo constantemente se comparten heridas e historias de dolor con las personas que se cuidan.
Por otro lado, dentro de sus recomendaciones para las personas cuidadoras de víctimas, hace hincapié en definir un horario de trabajo, en trabajar desde la empatía pero también desde la plena consciencia de que uno como ser humano necesita descansar y atender sus propias necesidades.
Asimismo, Quiroz refiere que con mucha frecuencia las personas cuidadoras que no establecen los límites y estrategias mencionadas anteriormente suelen “quemarse muy rápido”, es decir presentan un desgaste que llega de manera diferente y se refleja en el cuerpo con contracturas musculares, subidas de presión, aumento o pérdida significativa de peso, insomnio y otras enfermedades que se originan de manera psicosomática.
“No podemos olvidar que nosotros somos la materia prima, que cumplimos un rol sustancial pero que lo más importante es nuestra vida, seguridad y estabilidad en todos los aspectos. Algunas personas se entregan totalmente al trabajo y quieren estar presentes 24/7, pero eso no es saludable y el cuerpo no está preparado o creado para vivir bajo constante estado de tensión y estrés como el que provocan este tipo de trabajos, entonces ante esta situación el cuerpo colapsa, por eso se han puesto de moda enfermedades como el derrame facial, sentir que te brinca un ojo y ese tipo de situaciones son una alerta que nos envía nuestro cuerpo para parar y la debemos atender a lo inmediato”, explicó la integrante del Colectivo.
Para Finalizar Quiroz destaca la importancia de que las y los cuidadores realicen actividades que les aporten energía y les permitan descargar todo lo que implica cuidar a otra persona, para eso es importante mantener contacto constante con familiares y seres queridos, realizar actividades alejadas del rol de cuidado, salir a caminar o realizar cualquier actividad física, sembrar una planta, tomar el sol, apreciar un amanecer o atardecer o dedicarte una noche de películas, son cosas gratis y necesarias para recargar baterías y para continuar con esta labor tan hermosa como complicada.
A través de estos testimonios podemos observar cómo en medio de esta cruel dictadura, las y los nicaragüenses se han visto forzados a organizar las labores de cuidado, desde el amor, la solidaridad, la incertidumbre, incluso asumiendo costos personales como entregar su vida para cuidar a otros, aunque eso implique tomar riesgos individuales y familiares.
Desde abril de 2018, hemos visto el surgimiento de un sinnúmero de iniciativas de cuidado como los puestos médicos voluntarios, las redes de recolección de alimentos y medicinas, las redes clandestinas de seguridad, los grupos de apoyo psicológico gratuito, los grupos de apoyo a las víctimas como los comités que han acompañado a los familiares de personas asesinadas o detenidas, la difusión en redes sociales de material para la autodefensa, entre muchas otras cosas.
Lo que demuestra que este trabajo espontáneo, amoroso y desinteresado es parte del ADN de la lucha y la resistencia, además estos esfuerzos han sido indispensable para proteger la vida y la libertad de muchas personas, para ayudarlas a empezar una nueva vida en el exilio y para darles ese abrazo que necesitaban para comenzar a sanar, porque como siempre lo hemos sabido ¡solo el pueblo salva al pueblo!
* Los nombres de Auralila, Jennifer y don José fueron cambiados por seguridad.