Entre el pinto y el gallopinto: sobre lo lingüístico de nicas en Costa Rica

Ilustración por Blue Avalon
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Más de 750 mil nicaragüenses han salido del país entre 2018 y septiembre de 2023, según datos de la organización Diálogo Interamericano, un gran porcentaje de esa población se ha asentado en el vecino país de Costa Rica. 

En el día a día estas personas han tenido que aprender a comprar chiles dulces en lugar de chiltomas y pedir pinto en lugar de gallopinto, las razones variadas, una de ellas es poder comunicarse en lo que es su nuevo hogar. Algunas  personas costarricenses también han adoptado la jerga nicaragüense, en un intento de hacer sentir a sus amigos como en casa y como resultado de la integración cultural, herencia del histórico proceso migratorio entre ambos países. 

Desde La Digna Rabia creemos importante poner luz sobre todos los procesos que implica la migración, hoy quisimos hablar sobre el proceso lingüístico y cultural, por eso invitamos a Nezahualcóyotl, un artista de las letras, para que nos ayude a reflexionar sobre la apropiación del léxico costarricense por parte de los migrantes nicaragüenses como un enriquecimiento e integración cultural y lingüística en Costa Rica.

La migración es un fenómeno totalmente global que ha llevado a la mezcla de culturas en diversos países alrededor del mundo y de la historia misma. Costa Rica no es una excepción, ya últimos años y como uno de los síntomas del más reciente estallido social en el año 2018, y sus repercusiones hasta la fecha de hoy. Esta migración ha generado un intercambio cultural que se refleja en diferentes aspectos de la vida cotidiana, incluyendo el lenguaje. La migración no solo es el movimiento físico de personas, sino también un intercambio cultural y lingüístico que enriquece a las sociedades receptoras. 

En el caso de los migrantes nicaragüenses que se establecen en Costa Rica, se puede observar en muchos casos cómo han adoptado y adaptado la jerga costarricense a su vida diaria. En este artículo, exploraremos la apropiación de la jerga costarricense por parte de migrantes nicaragüenses y cómo esto contribuye a la diversidad cultural y lingüística en Costa Rica. Este artículo es un ejercicio reflexivo que parte desde la experiencia personal y colectiva como migrante, y no posee ninguna intención academicista. 

Históricamente la migración masiva de nicaragüenses hacia Costa Rica ha llevado a un flujo constante de influencias culturales y lingüísticas entre ambos países. Una de las manifestaciones más notables de esta interacción es la adopción y adaptación del léxico costarricense por parte de los migrantes nicaragüenses. A medida que se establecen en su nuevo entorno, las personas  nicaragüenses incorporan términos y expresiones costarricenses en su habla cotidiana. ¿Es esto perder la identidad como personas con una nacionalidad y un pasaporte que lo indica? Hace algunos años me tocó vivir por meses en San José, desde mi primera noche en la capital costarricense hasta el conductor de UBER me preguntó si yo era venezolano, sin embargo, cuando le revelé mi gentilicio me dijo algo que escucharía constantemente el resto de mi estadía en el país vecino del sur: “Pero es que usted no habla como nicaragüense”. Esa frase me marcó tanto que por un momento dudé que yo había nacido en un barrio de Managua a finales del siglo pasado. 

¿Cómo hablamos los nicaragüenses o cómo debe hablar un nicaragüense? Por la edad que aparentaba conductor (40-45) asumí que se refería a los nicaragüenses que migraban desde las ciudades del norte donde el acento del nicaragüense tiene su propias particularidades y contrastes fonológicos. ¿Podría culparlo y enojarme por pensar que los nicaragüenses solo tenemos un tipo de acento invariable y estático? No, lo mejor en mi estatus de recién llegado era asentir y seguir cavilando sobre lo ocurrido como un interesante fenómeno sociológico del cual jamás haría una investigación ni escribiría un ensayo porque mis necesidades más próximas eran las de un migrante: buscar casa, un trabajo y no meterme en problemas. Uno entiende que esto se trata de actitudes lingüísticas por parte de la sociedad que recibe al migrante y del migrante mismo. Es decir, existe un ideal o ideas populares sobre conceptos de los que es correcto e incorrecto y sobre lo que es bueno lo que es malo. Además de un sentido de superioridad aunado a la desventaja minoritaria y migratoria. 

Todo lo cotidiano se me había tornado extraño por muy simple que pareciera. Desde ir a comprar chiltomas por bolsa, y darme cuenta de que en Costa Rica se llaman chiles dulces y se venden por kilo, hasta preguntar dónde queda la parada del buj con mi acento. Además de las miradas de desaprobación -o quizás desconcierto- del resto de habitantes costarricenses a mi alrededor. Entonces supe y comprendí que esto se trataba más de adaptarme o de no poder comunicarme por mucho que sea el español el idioma oficial entre ambos países centracas. No me imagino  lo terrible que debe ser estar e intentar comunicarte en un país donde la brecha es idiomática y no dialectal, y aún más extrema, que es la brecha cultural cuando el idioma del país al que se migra no es una lengua romance como lo son los anglosajones. Incluso en el sencillo, pero a la vez complejo, acto de empezar a pensar en colones y no en córdobas para cambiar dinero por productos y servicios uno como persona migrante siente que pierde algo, no sabemos qué, pero es algo quizá de mucha pero mucha importancia

Tiempo después, a manera de resistencia, decidí compartir mi jerga con mis amigos costarricenses. Al mantener lazos amicales con artistas y personas que en algún momento de su vida estudiaron lingüística o algo relativo a las letras hispánicas no resultaba agresivo ni violento para mis interlocutores mi ímpetu de hacerlos decir chiltoma o que dijeran que algo estaba pijudo en lugar de pichudo. Era como una suerte de victoria que celebraba a mis adentros. “La integración cultural”, que le llaman algunos estudiosos de la lexicografía. Aquí sentía que recuperaba algo, y además fraternizaba más con mis amigos.

La apropiación de la jerga nicaragüense por parte de los costarricenses es un claro ejemplo de la integración cultural entre ambas comunidades. Este fenómeno no solo es beneficioso para la generación de emigrantes nicaragüenses, quienes encuentran un sentido de pertenencia en su nuevo entorno, sino también para la sociedad costarricense en general, al enriquecer su diversidad cultural. La integración cultural no solo se limita al lenguaje, también se refleja en otros aspectos de la vida cotidiana, como la música, la gastronomía y las festividades. La adopción de elementos nicaragüenses por parte de los costarricenses no solo crea una mayor comprensión y apreciación de la cultura vecina, sino que también rompe barreras y fomenta la armonía entre ambas comunidades.

En cuanto a la comida, en ambos países podemos encontrar platillos populares similares, como el gallopinto y el vigorón, sus orígenes a veces generan polémicas -quizás vacías e inertes-, Además, muchas comidas típicas y callejeras nicaragüenses, como el nacatamal y los taquitos de carne desmechada, también han sido adoptadas por los costarricenses.

Pero, ¿qué sucede cuando uno regresa a Nicaragua y la mirada de tus cercanos se vuelve inquisitoria respecto a tu forma de hablar? Cuando todos están expectantes a que se te salga “lo tiquillo” y decirte: si solo te fuiste un año y ya volviste hablando así. Me he dado cuenta de que esto no solo me sucede con el léxico costarricense sino también con la jerga del resto de países centroamericanos del que me apropio y recíprocamente comparto luego de cada viaje. No es difícil para mí adoptarlos porque es mi trabajo escuchar las variantes del español en Centroamérica, sino también que ahora me parece divertido ver las caras del resto de personas nicaragüenses incómodas porque un nica no habla como un nica. 

Claramente existe un sesgo xenofóbico en muchos de los discursos aludidos durante este artículo, no lo ignoramos, sino que hablamos haciéndonos conscientes del mismo, sin embargo, este otro tópico lo abordaremos en otra oportunidad y en otro artículo porque hay mucho de qué escribir, hablar y reflexionar sobre ese tema. Existe una pugna centenaria entre ambos países que parece nunca terminar, desde lo lingüístico hasta lo social; si tan solo reflexionáramos y asumiéramos nuestras similitudes en lugar de reforzar diferencias que, en su mayoría, resultan baladíes en las prácticas sociales creo que estaríamos cultivando lazos mucho más fuertes como ciudadanos que compartimos el mismo istmo y la misma historia.

Ilustración por Blue Avalon
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